La alegría de ver Clarín por fin en blanco, se diluye apenas abrirlo y descubrir que adentro lo siguen escribiendo. Confuso gesto anacrónico o falso en reclamo contra la censura, de quienes censuraron El Martillo, y mucho más.
Aquí nuestro editor nos apunta algunas anécdotas de su paso por el Grupo.
MEMORIAS DE UN ESCLAVO
Por un instante hoy llegamos a creer que acaso nuestro Premio Manco de Lepanto para Escritores Sin Manos estuviera logrando su cometido cuando nos desayunamos con la tapa en blanco de Clarín y la confusa emoción de pensar que tal vez los muchachos en un baño de autocrítica decidieron de una vez por todas dejarse de escribir, y salir en blanco.
Pero no, fue sólo un espejismo, infelizmente adentro le volvieron a escribir todas sus páginas, la tapa en blanco era apenas otra promesa falsa de este falso diario…
Buscando la razón de tan fugaz ilusión, fuimos direcamente al editorial de Ricardo Kirchsbaum, -secretario general del diario, muñeco máximo del máximo Magnetto-, quien nos explica allí que la tapa en blanco es un “símbolo del silencio forzado, de la censura impuesta por otros caminos, de en que (sic) se puede convertir el periodismo si se siguen restringiendo los espacios de la libertad”.
…Si no fuera por el ventrílocuo que lo anima, pensaríamos que Kirchsbaum no sólo olvida los acentos, sino también los hechos, la realidad, y sobre todo, dónde trabaja.
Porque nosotros, por ejemplo, aún antes ya del actual gobierno, recordamos haber sufrido la censura a nuestra libertad de expresión, cuando trabajamos para diversos productos del Grupo Clarín, y ahora, últimamente, cuando el Grupo Clarín cerró, clausuró, censuró nuestro blog El Martillo, expulsándonos de su comunidad –hecho que repudiamos y agradecimos-, y no por usar lenguaje vulgar ni recurrir a sexo explícito -lo repetimos-, sino apenas por ejercer la libertad de expresión por la cual ellos ahora se rasgan las vestiduras.
Y paso entonces a la primera persona del singular para dejar testimonio personal con nombres, datos y fechas de lo que es Clarín, y de cómo actúa con sus trabajadores.
Muy al principio de mi carrera hice algunas colaboraciones fugaces con Clarín para su páginas de economía, merced a los favores entonces del buen Rubén Chorny, a quien siempre que puedo le agradezco. Pero mi relación con la empresa recién se volvió más frecuente a mediados del 93, cuando empecé a escribir para la vieja revista dominical, a punto de convertirse en Viva. Es entendible que los muchachos de Clarín escriban tan mal, porque es muy difícil escribir en Clarín, esquivando o cuidando cada uno de los infinitos intereses comerciales y políticos que pueden verse afectados en cada línea. Digamos que allí la censura, delimita el estilo. (Ni hablar de proponer una nota a Estela de Carlotto, o una buena investigación sobre la adopción de los hijos de la Noble , o el traspaso de Papel Prensa).
Seguí colaborando con la revista de los domingos cuando la piloteaba ya el buen Juan Bedoian, y después, cuando se convirtió en Viva, y la llevaban Van der Horst y Silvia Fesquet; y también le vendí mis servicios a otros productos y proyectos del Grupo, y luego explicó por qué me fui un día...
En la columna El Editor (a la izquierda, abajo) menciono además un paso mío por Radio Mitre a mediados del año 2000. Buenamente convocado por Jorge Porta para hacer la tarde (que por razones de salud había dejado Adolfo Castello), junto a Lorena Maciel. A la semana –digo allí- salí corriendo, pese a la insistencia de Porta. A quien por ello, y por convocarme, le estaré siempre agradecido. Pero no sólo me fui porque no veía posibilidades de entenderme con Lorena Maciel, sino también porque supe lo que me esperaba apenas cité en una de esas tardes aquella buena frase de Brecht: “hay algo peor que asaltar un banco: fundarlo”, y ya en el primer corte me advirtieron: “aquí no hacemos apología del delito”. Yo no recordaba sino haber citado un buen autor, pero la suma de todo (mis experiencias con la revista, la Maciel , y esta advertencia), me llevaron a eso, a salir corriendo en una semana, pese a Jorgito Porta. A vos, de nuevo y siempre gracias, Jorge.
También en esa columna, menciono que mi último trabajo paa el periodismo industrial fue para CIMECO (Compañia Inversora de Medios de Cominicación S.A.), la empresa propiedad entonces de La Nación y Clarín (") , y a través de la cual producían y manejaban varios diarios del interior (La voz del interior de Córdoba, El Tribuno de Salta, Los Andes de Mendoza, el Rio Negro y otros). Harto del todo, hacia el 2005 pegué el portazo cuando se negaron a pagarme una nota porque no habían necesitado publicarla... Le explico al civil: no funciona así, el profesionalismo no es un concurso literario, es habitual comprar material que acaso nunca se use, los profesionales no participan de una elección cuando entregan el trabajo encomendado … Darío Datri era el capataz de turno que en la otra columna obvio mencionar, pero aquí no, por las dudas alguien dude de mi historia. Èl fue quien me dijo “ahora hacen así”.
Antes ya, hacia el 99, 2000, yo había dejado de colaborar con Clarín (con Viva, y los otros productos), justamente porque de manera unilateral la empresa había decidido demorar los pagos a colaboradores por 90 días. Nosotros, los laburantes, debíamos de pronto financiar al Grupo. Allí ahora, en CIMECO, comprendí que ya estábamos rodeados, y me fui. Eran los días cuando la Argentina recién empezaba a recuperarse, escaseaba el laburo -¡escaseaban los medios!-, y entonces ellos, que se habían quedado con todo, ponían las condiciones. Era tómalo o déjalo. El poder imperial del monopolio alcanzaba la esclavitud.
Antes ya, hacia el 99, 2000, yo había dejado de colaborar con Clarín (con Viva, y los otros productos), justamente porque de manera unilateral la empresa había decidido demorar los pagos a colaboradores por 90 días. Nosotros, los laburantes, debíamos de pronto financiar al Grupo. Allí ahora, en CIMECO, comprendí que ya estábamos rodeados, y me fui. Eran los días cuando la Argentina recién empezaba a recuperarse, escaseaba el laburo -¡escaseaban los medios!-, y entonces ellos, que se habían quedado con todo, ponían las condiciones. Era tómalo o déjalo. El poder imperial del monopolio alcanzaba la esclavitud.
No entendemos qué pretende contar hoy Clarín con su tapa en blanco… nosotros se las llenaríamos de historias verdaderas, con nombres y apellidos, fechas, datos y montos.
Kirchbaum en su editorial a cuerda habla de alguien que ignora olímpicamente las decisiones de un juez, ¿se refiere a la Noble , a sus hijos?... habla también de altos funcionarios apañando la extorsión politica y económica, ¿se refiere al traspaso de Papel Prensa?... Y de remate cierra con esta curiosa frase: “El autoritarismo y la arbitrariedad han ganado otra batalla, afectando los intereses de todos”. ¿No era para el editorial del 25 de marzo del 76, esa frase, Kirchsbaum?... ¿No te dice nada el taller cuando entregás 35 años tarde?...
No entendemos qué quiere decir Clarín con lo que dice, ni con lo que no dice. Entendemos, sí, lo que hace, sobre todo, con sus trabajadores, sabemos cómo los (des)trata desde hace mucho, y ahora, cuando esos laburantes retiran la otra mejilla y usan con Clarín la prepotencia que Clarín usa con ellos… ellos nos vienen a recordar todo lo que a su vez olvidaron cuando le dieron la bienvenida (Ver Hoy una tristeza, ayer una ilusión) al genocidio que los catapultó.
(*) En 2008 el Grupo Clarín compró la parte de La Nación y quedó como único dueño de CIMECO S.A.
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