Los chistes de Borges
Cuando le preguntan a María Kodama qué es lo que más extraña de Borges, ella no duda en responder: “su sentido del humor”. Uno de los hombres más divertidos de la historia del hombre, sin embargo, decidió pasearse por su siglo disfrazado de viejo aburrido, sin romances rimbombantes ni escándalos de vodeville, con su traje siempre gris, su bastón y su ceguera, su hablar lerdo y trabado, y su genio camuflado de sabio que no sabe. No es arbitrario pensar que esa sola caracterización, única y total, fuera su más secreta y grande broma.
Espantados como perros ante un extraordinario unicornio, muchos periodistas, por todo el mundo, pretendían destacarse irritándolo.
Cierta vez en Roma, un reportero italiano, sin conseguirlo, probó apelar tan luego a su inexistente chauvinismo, y finalmente le preguntó:
-- ¿En la Argentina sigue habiendo caníbales?
-- No –respondió Borges al toque-, ya los comimos a todos.
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