Si alguna vez los argentinos consiguiésemos el nirvana tangible de una divisa estable, esa nueva moneda debería llevar impresa, en sus dos caras sin ceca, las imágenes yuxtapuestas de Borges y Perón; como el yin y el yang de una Argentina sola, que en su doble anverso, grabara así la riqueza de nuestras más hondas contradicciones, unidas entonces por las solas banderas de la gracia de la inteligencia, la agudeza de la sensibilidad, y la sabiduría siempre que revela el humor. Por ello aquí El Martillo, en un gesto estético histórico -pero histórico por estético-, reúne, funde, en un mismo marco, en idéntico formato, a este dueto imposible, y sin embargo… Esperamos que así como los peronistas disfrutan de Los chistes de Borges, así la otra Argentina disfrute de Los chistes de Perón, quien supo tener, indiscutido, el sentido de la risa que es propio de los grandes. Y que nos hace mejores.
Amadeo Sabattini manejaba la UCR a nivel nacional desde Córdoba y sin moverse, cuando se venían las elecciones de 1946.
Tiempo antes, con espíritu frentista siempre, Perón viajó hasta él para ofrecerle una fórmula conjunta.
Sin embargo, para su sorpresa, Sabattini quería encabezarla, no secundarla. Perón entonces le recordó el hecho sustantivo:
Sin embargo, para su sorpresa, Sabattini quería encabezarla, no secundarla. Perón entonces le recordó el hecho sustantivo:
-- Los votos los tengo yo, Sabattini…
Sabattini igual no dio el brazo a torcer y así el acuerdo fue imposible. Con los años, en una entrevista, Perón comentaría el episodio:
-- A SAbattini lo perdió una pequeñez con olor a peperina…
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