Los chistes de Perón
Si alguna vez los argentinos consiguiésemos el nirvana tangible de una divisa estable, esa nueva moneda debería llevar impresa, en sus dos caras sin ceca, las imágenes yuxtapuestas de Borges y Perón; como el yin y el yang de una Argentina sola, que en su doble anverso, grabara así la riqueza de nuestras más hondas contradicciones, unidas entonces por las solas banderas de la gracia de la inteligencia, la agudeza de la sensibilidad, y la sabiduría siempre que revela el humor.
Por ello aquí El Martillo, en un gesto estético histórico -pero histórico por estético-, reúne, funde, en un mismo marco, en idéntico formato, a este dueto imposible, y sin embargo… Esperamos que así como los peronistas disfrutan de Los chistes de Borges, así la otra Argentina disfrute de Los chistes de Perón, quien supo tener, indiscutido, el sentido de la risa que es propio de los grandes. Y que nos hace mejores.
En los pródigos inicios del primer peronismo, los principales clubes del fútbol argentino, estaban ya endeudados. En nombre de la AFA, entonces, pidieron una audiencia con el presidente Perón, a fin de conseguir ellos también algún subsidio, alguna prebenda, en fin...dinero.
La anécdota nos la refirió alguna vez Juan José Taccone, el mítico dirigente de Luz y Fuerza, quien, a la sazón, no recordaba cuántos y cuáles eran exactamente los presentes. Pero el dato que importa es que faltaba uno: José Amalfitani, el no menos mítico presidente de Velez Sarfield.
Perón ya sabía quién faltaba y por qué, pero pícaro dijo…
-- Acá falta un club…
-- Sí –respondió un presente-, Amalfitani… pero es que él no necesita ayuda...
Y allí nomás Perón resolvió el problema:
-- Pero entonces ustedes tienen que preguntarle a él cómo arreglarse, no a mí.
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