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jueves, 4 de noviembre de 2010

CONFIRMADO: BORGES SE MURIÓ DE RISA...

Los chistes de Borges


Cuando le preguntan a María Kodama qué es lo que más extraña de Borges, ella no duda en responder: “su sentido del humor”. Uno de los hombres más divertidos de la historia del hombre, sin embargo, decidió pasearse por su siglo disfrazado de viejo aburrido, sin romances rimbombantes ni escándalos de vodeville, con su traje siempre gris, su bastón y su ceguera, su hablar lerdo y trabado, y su genio camuflado de sabio que no sabe. No es arbitrario pensar que esa sola caracterización, única y total, fuera su más secreta y grande broma.


Y se murió de risa, o se murió riendo, que es más o menos lo mismo. Huyendo de los buitres de la prensa, en resguardo de su imagen final, un día se fue a Ginebra y no volvió nunca más.
Poco antes de morir, en uno de sus últimos paseos por la calle, junto a María Kodama y un amigo, ya visiblemente desmejorado, ya en silla de ruedas, un transeúnte cree reconocerlo, y le pregunta:
-- ¿Perdón, usted es Borges, no?
    Y él, en resguardo de su imagen final, respondió como un látigo.
-- No: yo soy Ernesto Sábato.


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